NADA DETIENE A LAS MULTINACIONALES DE LA LECHE EN POLVO...
Por CLAIRE BRISSET
Periodista y directora de información del Fondo de las Naciones unidas para la infancia (Unicef) Francia. Autora de Un mundo que devora sus niños, Liana Levi, Paris, 1997
Publicado en Le Monde Diplomatique. Diciembre de 1997. Paj 27.
Traducción al castellano: Claudio Ramón Ventura
Un millón y medio de niños muere cada año en el mundo porque sus madres han sido privadas de capacidad de alimentarlos correctamente. A pesar del peligro que significa en los países del tercer mundo la alimentación sobre la base de leche en polvo una publicidad específicamente dirigida apunta a seducir a las mujeres. Se asiste así a un retroceso de la lactancia materna, tanto como a una disminución de su duración, dos factores mayores en la persistencia de la malnutrición. Sin embargo, los estados miembros de la Organización Mundial de la Salud han adoptado en 1981 un código destinado a contrapesar las prácticas comerciales abusivas que incitan a las mujeres a comprar sustitutos de la leche, caros e inadaptados.
En el curso de los años 1860, en una Alemania que no estaba aun unificada bajo la férula de Bismark, un químico de Francfort ponía a punto un producto al que predecía un cierto futuro: una mezcla de harina y de leche de vaca deshidratada, destinado a la alimentación de los lactantes. Este ingeniero se llamaba Henri Nestlé.
El norte de Europa se cubría entonces de fábricas, las obreras dejaban por fuerza el amamantamiento al seno para confiar sus niños a nodrizas. Henri Nestlé ¿habrá presentido el inmenso éxito, la fortuna mundial que sus trabajos presagiaban? Sí que se trataba de un descubrimiento esencial que debía permitir –debería haber permitido – a la nutrición humana de avanzar a pasos gigantescos.
Es sin embargo la historia de un descubrimiento perdido. Mientras Henri Nestlé escribía en 1867 de toda buena fe, que este polvo, “compuesto en las condiciones científicamente correctas” constituía “un alimento que es todo lo que se puede desear”, no podía evidentemente imaginar que sus trabajos se volverían un día contra los niños y que especialistas escribirían un siglo más tarde, en 1974, un documento titulado “Nestlé mata a los bebés”. Habría podido imaginar que a finales del siglo XX la empresa que lleva su nombre y algunas otras de dimensiones comparables serian abiertamente criticadas por su falta de ética y su no respeto de las normas elementales de nutrición de los lactantes.
Es sin embargo exactamente lo que se ha producido con la publicación reciente en Londres de un documento titulado “Craking the code”** que provee datos terminantes recogidos los últimos años sobre el comportamiento comercial de las grandes multinacionales de la alimentación infantil, menospreciando el Código Internacional de Comercialización de los sustitutos de leche materna firmado hace 16 años.
Fue desde comienzos de los años 70 que la estrategia comercial utilizada por las grandes multinacionales de alimentos para lactantes se manifestó abiertamente. Entre esas multinacionales, Nestlé ocupaba un lugar de privilegio, transformada en una de las primeras empresas del mundo con cifras de negocios superiores al presupuesto... de Suiza y gastos en publicidad que superan el presupuesto de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Estas multinacionales agroalimentarias habían en efecto observado que un obstáculo enorme trababa su penetración comercial en numerosos países, especialmente en el tercer mundo: las madres, que se obstinaban en amamantar a sus hijos. Era a causa de ellas que la leche en polvo no representaba más que una fracción mínima de las cifras de negocio total de esas firmas – menos del 10% por ejemplo en Nestlé – mientras que sus otras actividades alcanzaban un crecimiento excepcional.
Un código de conducta alegremente violado
Era necesario entonces embaucar a las madres. ¿Que mejor método que sitiar los lugares dónde ellas van antes y durante el parto, es decir los hospitales y maternidades?
Así las multinacionales colocarán guardapolvo blanco a miles de representantes comerciales, mujeres sobre todo, y las dirigirán hacia las maternidades del tercer mundo para convencer a las madres de la superioridad de la alimentación artificial. La misma estrategia fue utilizada respecto del personal de los hospitales gratificados de paso con primas y regalos. Los establecimientos de salud, los servicios de maternidad, mal equipados, vetustos, reciben ellos también diversos materiales, una lluvia de “muestras” e incluso dotación de leche en polvo. Las madres volvían a sus casas provistas a la vez de leche en polvo, biberones y tetinas, del modo de empleo y de la convicción que su niño crecería mejor gracias a la leche industrial. Es lo que no tarda en llamarse la cultura del biberón.
Por todos lados en el mundo esta cultura se ha expandido. Desde hace treinta años paralelamente la lactancia materna no deja de disminuir: menos de la mitad de las mujeres (44%) amamantan hoy sus hijos en el tercer mundo. A escala mundial el porcentaje es más débil aún, alrededor de un tercio.
La superioridad biológica de la leche materna no necesita ya demostrarse. Los pediatras saben desde hace tiempo que la leche humana contiene anticuerpos maternos que protegen al niño de cantidad de infecciones. En particular el calostro, secretado por la madre en las horas y algunos días que siguen al nacimiento es un poderoso producto anti infeccioso. La leche materna contiene además la integridad de los elementos nutritivos que necesita el bebe; lo ideal es no aportarle ningún complemento durante los cuatro a seis primeros meses de la vida, ni siquiera agua.
A la inversa, la alimentación artificial supone evidentemente la utilización de agua, un agua muy pocas veces pura en el tercer mundo; entonces hay que hacerla hervir al menos veinte minutos para eliminar todos los microorganismos. ¿Con qué si no madera o combustible adquiridos con gran esfuerzo?. Es necesario también que la familia disponga de los medios necesarios para comprar la leche; falto de los cuales la tentación es grande de diluir exageradamente el polvo, y la malnutrición se instala.
Los riesgos sanitarios imputables a la lactancia artificial son entonces dobles: provoca por una parte múltiples agresiones microbianas, virales y parasitarias debidas al agua contaminada, a las mamaderas no desinfectadas, a la falta de medios de conservación; y provoca por otra parte una malnutrición masiva dada a la excesiva dilusión de la leche en polvo. Es así, estima Unicef, que en este momento un millón y medio de niños muere cada año por efectos directos o indirectos de la alimentación con mamadera. Una gran mayoría de esos niños son víctimas de deshidratación diarreica, pero también mueren por enfermedades respiratorias cuya gravedad hubiera sido atenuada por la lactancia natural. Por otra parte esta última juega un rol anticonceptivo no despreciable, sobre todo cuando es exclusiva, porque la producción de hormonas femeninas que se oponen al retorno de la ovulación es estimulada por la succión del niño. Finalmente, en el curso del amamantamiento se tejen lazos particularmente fuertes entre la madre y su bebe y el desarrollo síquico de este último no puede sino beneficiarse.
Desde fines de los años 60 los hechos eran conocidos. Al comienzo de los años 70, se organizan algunos militantes y en 1974 es publicado en Gran Bretaña primero, después en Suiza, un documento de título deliberadamente provocador: “Nestlé mata los bebés”, que significará para los autores un proceso resonante por difamación. La firma de Vevey, obteniendo dos años más tarde la condena de los autores de la publicación logra un triunfo parcial ya que el tribunal expone su decisión acompañada de un comentario desprovisto de toda ambigüedad: “Si la parte civil [Nestlé] quiere ahorrarse en el futuro reproches por una conducta inmoral, debe modificar completamente sus métodos de publicidad”.
Las asociaciones no se desarmaron, sino que por lo contrario, bajo la coordinación de un grupo denominado Internacional Baby Food Action Network (IBFAN) o Red internacional por la alimentación infantil se comprometieron en un boicot mundial a Nestlé, muy activo en América del Norte. Pero había que hacer más y en particular concebir un código de conducta destinado a moralizar las prácticas de la industria de la leche.
El proyecto de código fue concebido por las OMS, el Unicef, las ONG activas en ese dominio y... la industria misma, consultada para su redacción. Pero esta participación era forzada como lo atestigua una carta dirigida a los senadores americanos en abril de 1981 por los laboratorios Abott-Ross, grandes productores de alimentos para bebes: “Los laboratorios Ross y los otros grandes fabricantes americanos de leches para lactantes se oponen a este código y piden al gobierno de los Estados Unidos de oponerse al mismo”. Dicho y hecho. El 21 de mayo de 1981 las delegaciones del mundo entero adoptarían el código durante la Asamblea Mundial de la Salud con una sola excepción: la de los Estados Unidos.
El código internacional de comercialización de sustitutos de la leche materna estaba igual en vigor. ¿Qué preveía?. Entre otras cosas prohibir toda publicidad, visible o disfrazada, a favor de la leche en polvo, especialmente en los establecimientos de salud; prohibir toda distribución de productos gratuitos, obligación de mencionar sistemáticamente la superioridad de la leche materna en todos los envases de leche vendidos en el comercio. Todos los países miembros de la OMS estaban invitados a integrar a su legislación las principales disposiciones del código. Y la industria, así colocada ahora bajo vigilancia, firma también el código anunciando que vigilará ella misma su cumplimiento por parte de sus miembros. Las prácticas comerciales más evidentes fueron en efecto moderadas durante algunos años y el boicot se termina.
En 1991, la Iglesia de Inglaterra anuncia que reexamina el asunto y para hacerlo crea con 27 organizaciones la Interagency Group on Breastfeeding Monitoring (IGBM). Se trata de controlar la aplicación del código mediante una encuesta profunda. La encuesta se llevó a cabo en 1996 en cuatro países: Africa del Sur, Bangladesh, Polonia y Tailandia, entrevistando a 800 jóvenes madres en cada país y 120 agentes de salud en 40 establecimientos. Muestra que 32 sociedades comerciales, entre las que están además de Nestlé y Abbott-Ross, BSN, Heinz, Gerber (Sandoz), Johnson, etc. violan todos los códigos de conducta. Todas continúan distribuyendo panfletos que dan al amamantamiento maternal una imagen negativa, presentando las leches en polvo como preferibles para el lactante; todas continúan distribuyendo muestras y enviando su personal a las maternidades para distribuir información. Así más de la mitad (56,4%) de los hospitales de Polonia que figuran en la muestra encuestada habían recibido tales visitas, y el 32% en Tailandia. En este último país, más de un cuarto de las madres jóvenes y la mitad del personal había recibido muestras de leche en polvo, un tercio de los establecimientos habían obtenido donaciones de leche en polvo. La práctica de dar pequeños regalos al personal está desarrollada en Polonia y en Bangladesh y en los cuatro países los “visitadores” informan de las virtudes de sus productos especialmente en Tailandia y Bangladesh.
En resumen, la encuesta muestra que el sistema sanitario y los hospitales continúan siendo el instrumento de elección de la estrategia comercial de las firmas, especialmente en Tailandia y Bangladesh, los países más pobres de la muestra, cuyas maternidades están mal equipadas y el personal es mal pago. En Polonia y Africa del Sur, la estrategia es más diversificada y las mujeres son el blanco tanto al interior como al exterior del sistema de salud.
¿Qué van a decidir a partir de ahora los defensores de la causa de los niños?. Actualmente y desde hace algunos años, el Unicef y la OMS han elaborado una estrategia consistente en pedir a los hospitales adoptar una actitud sistemáticamente favorable a la lactancia materna. Diez “condiciones” fueron definidas, tal como: comenzar el amamantamiento inmediatamente después del nacimiento, no darle jamás chupete ni mamadera, prohibir la presencia de seudo enfermeras pagadas por las firmas, etc. Los establecimientos que cumplen los diez puntos son oficialmente declarados “Hospital amigo del niño”. Actualmente miles de maternidades en el mundo están dentro de esa red.
Pero es evidente que hay que hacer más. Por ejemplo una encuesta complementaria debería abarcar más países. Así en Francia – firmante del código – se practica el método llamado “turno de leche”, en violación flagrante de las disposiciones del código. En las maternidades, por turno, las firmas distribuyen muestra, cajas de leche, subvenciones al establecimiento. A cambio, durante ese periodo los recién nacidos recibirán exclusivamente leche de la marca a la que corresponde el “turno” y cada madre saldrá de la maternidad con los productos de la marca en cuestión. El mes o el trimestre siguiente será el “turno” de otra marca. En Francia dos tercios de los bebes son alimentados con leche en polvo.
Esta práctica viola una multitud de textos, inclusive una directiva europea puesta en vigor en 1994. Pero cada cual, salvo los niños, saca su beneficio. Las industrias del sector – dominado en Francia por Nestlé y BSN, que controlan el 60% del mercado – se han repartido el “turno” de las maternidades. A cambio de este “turno” los productores versan sumas a veces elevadas al establecimiento a través de una asociación sin fines de lucro que los utiliza para la compra de material o cursos de formación.
Los partidarios de la lactancia materna no rechazan la necesidad de leche en polvo o de otros alimentos en condiciones bien precisas como en el caso, muy raro, de una intolerancia fisiológica a la leche materna y en el caso mucho más frecuente donde conflictos armados han privado al bebe de su madre. En todos los otros caso, dicen ellos, las madres deben ser alentadas a alimentarlos ellas mismas, incluso en los países industrializados. De cualquier forma, podemos agregar, se trata ya de su libertad. Esta libertad no le concierne más que a ellas y a sus hijos.
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**“Quebrar el código” publicado en inglés por un consorcio de organizaciones agrupadas en la IGBM (Interagency Group on Breastfeeding Monitoring). Entre las 29 organizaciones que componen la IGBM, figuran especialmente la British Medical Association, la Iglesia Católica de Gran Bretaña, la Iglesia Anglicana, Oxfam, el Consejo Ecuménico de Iglesias, Save the Children, las oficinas regionales europeas de OMS y Unicef así como el Comité británico para la Unicef.