Publicado en Clarin
La enfermedad afecta a 18 millones de personas en Latinoamérica. En la Argentina la cifra asciende a 2,3 millones. No es una cifra que se reparta proporcionalmente por todo el territorio del país. Hay regiones mucho más vulnerables que otras, y dentro de ellas sectores mucho más postergados que otros que se encuentran más expuestos a las picaduras de la vinchuca. Particularmente, hay un grupo que lleva la peor parte en este sentido. Según un estudio del Instituto de Medicina Regional de la Universidad Nacional del Nordeste, la proliferación del Mal de Chagas en las comunidades aborígenes de Formosa afecta a seis de cada diez personas.Para el informe se entrevistaron a 164 personas de entre 1 y 80 años pertenecientes a las comunidades Toba, Wichi y Pilagá. Los resultados revelaron que la presencia del mal en estos sectores supera 6 veces la tasa obtenida para la población general en la provincia (10 por ciento) debido a que el ecosistema donde habitan es ideal para el desarrollo de la infección y no cuentan con los recursos necesarios para tomar las prevenciones suficientes. Las etnias aborígenes concentran unos 30 mil habitantes. Sus familias se agrupan en comunidades que aceptan la autoridad de un cacique. Cada vivienda varía según el estilo de vida practicado. Generalmente, consiste en una estructura abovedada, construida con ramas enclavadas en el suelo que se unen en la parte superior, cubierta con ramas, cueros y paja. Un ecosistema más que propicio para la instalación y diseminación del Triatoma infestans.Por otro lado, los investigadores encontraron que las enfermedades habituales en las comunidades indígenas (tuberculosis, desnutrición, chagas, venéreas y brucelosis) hacen estragos entre ellos por una dieta alimentaria descompensada, basada en el maíz, el zapallo, carne de cabríos y pescado, fruta y casi ninguna verdura. Por otro lado, no es casual que el Chagas se acreciente si se tiene en cuenta que hasta no hace mucho tiempo las urgencias de salud de los aborígenes eran generalmente asistidas por los curanderos. La principal forma de contagio es la vectorial, a través de la picadura de la vinchuca, por transfusión de sangre y por vía transplacentaria. Aunque según un estudio basado en experimentos con ratones recientemente publicado por un grupo de investigadores brasileños de la Fundación Instituto Oswaldo Cruz, el parásito también puede ser transmitido a través de los alimentos. En referencia a esta última investigación, Andrés Mariano Ruiz, director del Instituto Nacional de Parasitología "Fatala Chabén" aseguró a Clarín que "esa forma de contagio, aunque es posible, no tiene hoy importancia epidemiológica".Sea cual sea su origen, a la hora de analizar el avance de la enfermedad en las comunidades aborígenes de Formosa, los investigadores de la UNNE son concretos: "El desconocimiento de la realidad puntual para cada etnia, dentro de su contexto ecológico y social, nos presenta un panorama más sombrío y de mayor gravedad que el que el resto de la población. Esto se debe a que las comunidades fueron mínimamente consideradas en los proyectos de salud del país, así como en la ejecución de los mismos y particularmente carentes de continuidad".
Fuentes: Universidad Nacional del Nordeste http://www.unne.edu.ar/