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domingo, septiembre 27, 2009

Las sombras de la derecha autoritaria sobre el país

Por Rubén Dri

Como con un juego de pinzas la derecha fascista ha lanzado una gran ofensiva en tres frentes, el de los sojeros de la Mesa de Enlace liderada por Hugo Biolcati, el de la Comisión de Educación de la Conferencia Episcopal que dirige Monseñor Héctor Aguer y el del Vaticano que lidera Benedicto XVI. No estamos hablando de ningún tipo de complot, sino de una confluencia de intereses estratégicos.

El avance de las corporaciones sojeras con sus claras intenciones golpistas o destituyentes, iniciada con el salvaje y desabastecedor lock out patronal del año pasado, ya han sido debidamente aclarados por sus mismos líderes en múltiples ocasiones.

Después de las elecciones en las que los partidos de la oposición al gobierno, aliados en general a los intereses sojeros, resultaron triunfadores, proclamaron a voz en cuello que el desgaste producido al gobierno ya era suficiente como para destituirlo. ¿Qué otra cosa significa “agarrar la pelota” que quedó picando?

Pero ahora los sojeros descubrieron una realidad pavorosa, insoportable para su fina sensibilidad social, la “pobreza”. ¡La Sociedad rural preocupándose de los pobres! Necesitaríamos a Groucho Marx para que nos hiciese un digno comentario al respecto.

A la embestida sojera se le unió la eclesiástica a través de la Comisión de Educación de la Conferencia Episcopal Argentina, cuya presidencia es ejercida por Héctor Aguer, un personaje que escaló posiciones, beneficiado por este avance de la derecha, de la cual es un eximio representante.

El Manual para instruir a formadores en educación sexual y prevención del sida elaborado por los Ministerios de Educación y Salud fue el objeto de las iras del monseñor. Lo tildó de neomarxista, reduccionista y constructivista.

¿De qué se trata en realidad? El núcleo del problema radica en que el Estado, según la concepción eclesiástica, pretende legislar en un ámbito de pura competencia de la Iglesia. Es el ámbito de la sexualidad, núcleo central de lo que la Iglesia denomina “moral”.

De los tres epítetos (neomarxista, reduccionista y constructivista) el fundamental, el eje de la crítica eclesiástica, se encuentra en el último, es decir, en el constructivismo. ¿En qué consiste? En que el sujeto humano no es una naturaleza, es decir, una esencia inmóvil, sino el producto de una creación histórica. Para la Iglesia el ser humano está constituido por una naturaleza creada directamente por Dios. A ella se encuentra adherido esencialmente el sexo.

En último término todo depende de lo biológico cuyo funcionamiento no se puede perturbar porque ha sido establecido por Dios. No se admite, pues, que la sexualidad, que no es precisamente el sexo, sea una construcción histórica, cultural. El Manual criticado por la Iglesia utiliza la categoría de género para pensar la sexualidad como construcción y no confundirla con el sexo.

De esa manera se otorga ¡horror de los horrores! “carta de ciudadanía a la homosexualidad y sus variantes”. Para los jerarcas eclesiásticos toda opción sexual que no esté marcada por lo biológico es antinatural y, en consecuencia, va contra la voluntad de Dios que ha creado la naturaleza. De esta manera sus pretensiones espiritualistas terminan sometiéndose a las leyes de la biología. Los maestros de la espiritualidad devienen materialistas.

La crítica de reduccionismo apunta a que el Manual, según la interpretación eclesiástica, no lo vincula con “el amor, la responsabilidad, el matrimonio y la familia como proyecto de vida”.

El problema que la Iglesia desprecia es que el Estado no sólo debe preocuparse de los ámbitos donde todos esos valores pueden realizarse, sino también de aquellos en los que ello no es posible. Es necesario educar para el amor, la responsabilidad y la familia, pero incluso aquellos que no creen en ellos deben saber cómo cuidarse para no contraer o infectar sida; una chica debe saber cómo no quedar embarazada.

Lo más repulsivo de las apreciaciones de Aguer es su afirmación que el Manual “reivindica el derecho a fornicar”. El empleo de esa palabra está destinado a causar horror, desprecio, rechazo, a toda relación sexual que no esté destinada a la procreación o que no esté salvaguardada por el matrimonio.

Los jerarcas de la Iglesia son incapaces de admitir que ello puede ser una magnífica manera de manifestar amor y amistad, sin que por eso se esté pensando en el matrimonio o la procreación. Uno no puede menos de pensar en la “envidia sacerdotal”.

Para completar esta ofensiva alzó su voz la autoridad suprema de la Iglesia, Benedicto XVI, llamando a los argentinos a reducir “el escándalo de la pobreza y la inequidad social”. Este llamado se hace con motivo de la colecta anual Más por Menos que realiza la Iglesia a través de Caritas que conduce monseñor Fernando Bargalló. A este reclamo se une monseñor Jorge Bergoglio, aprovechando la festividad de San Cayetano, para horrorizarse también él por la pobreza.

Se sabe que el problema de la pobreza no se podrá solucionar si no se combate la concentración económica que es la que impide la justa distribución de la riqueza. Pero no es eso lo que hace Caritas.

Su director nacional es el ingeniero agrónomo Eduardo Serantes, que habitualmente hace conferencias en las reuniones de IDEA donde se encuentran los más importantes intelectuales orgánicos de los dueños de la Argentina.

Serantes es coordinador del Fondo Agrícola de Inversión Directo que fue beneficiado -¡oh casualidad!- por el modelo sojero. Es asesor de empresas agroindustriales y directivo de Cazenave y Asociados, una consultora de San Isidro. Pertenecen a la diócesis de monseñor Casaretto, que se encuentra al frente de la comisión de Pastoral Social.

Cuando el intendente Gustavo Posse comenzó a levantar un muro para separar a los “indeseables” de los “honestos ciudadanos”, ni Serantes ni Casaretto dijeron nada. Todavía no habían descubierto a los pobres.

Los descubren ahora, al mismo tiempo que lo hacen Benedicto XVI, Bergoglio y Biolcatti. Todo esto no deja de ser una gran hipocresía.. Que Benedicto XVI esté “escandalizado” por la pobreza cuando persiguió y destruyó a todos los movimientos que luchaban en serio para terminar con ese flagelo no puede menos de causarnos asombro.

Que Bergoglio esté escandalizado de la pobreza cuando la Iglesia apoyó el lock out patronal que desabasteció al país para lograr que la riqueza quede en manos de las corporaciones no deja de ser una flagrante contradicción. De esa manera los pobres son utilizados para lograr cuotas de poder.
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30 de Septiembre de 2009

Por Radio Universidad de Rosario

Sur le marché aux poissons d'Ostende from Ulysse, la culture du voyage on Vimeo.

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