Tras una batalla judicial de años, un inofensivo pinchazo en el dedo colocó a los herederos del Grupo Clarín, Marcela y Felipe Noble, más cerca de la verdad sobre sus respectivas identidades biológicas.
Por Walter Goobar
Tras una batalla judicial de años, un inofensivo pinchazo en el dedo colocó ayer a los herederos del Grupo Clarín, Marcela y Felipe Noble, más cerca de la verdad sobre sus respectivas identidades biológicas.
En un fallo conocido en vísperas de Navidad, la Cámara Federal de Apelaciones de San Martín había ordenado al juez Conrado Bergesio la obtención de ADN para determinar si Felipe y Marcela Noble Herrera, hijos de la directora del Grupo Clarín Ernestina Herrera de Noble, son hijos de desaparecidos. Marcela y Felipe tienen 33 años y fueron adoptados por Ernestina Herrera entre mayo y julio de 1976. En la causa judicial se acreditó fehacientemente las irregularidades en el trámite de la adopción.
Ernestina Herrera de Noble se presentó el 13 de mayo de 1976 ante el Juzgado de Menores número 1 de San Isidro, a cargo de la jueza Ofelia Hejt (hoy fallecida) y declaró que 11 días antes encontró una niña abandonada en la puerta de su casa, dentro de una caja de cartón, que cuidó de ella desde entonces y pidió la guarda provisoria y posterior adopción. Ofreció dos testigos: su vecina Yolanda Echagüe de Aragón y Roberto García, su chófer del diario Clarín. La jueza le otorgó de inmediato la guarda provisional de la niña, a la que llamó Marcela.
Dos meses más tarde, el 7 de julio de 1976 y ante el mismo juzgado, se presenta una mujer que dijo llamarse Carmen Luisa Delta y ser madre soltera del bebé que llevaba en brazos y que había nacido tres meses antes, el 17 de abril. Declaró que no podía mantenerlo y entregó el niño a la jueza antes de retirarse, dejando en el juzgado un número de documento de identidad y un domicilio, que luego resultaron ser falsos. La señora de Noble se presentó ese mismo día, 7 de julio, y pidió la guarda de ese menor, certificando que ya tenía la custodia de la niña Marcela. Se le otorga en el acto la guarda del varoncito. El 19 de agosto la jueza Hejt sentencia que corresponde imponer el nombre de Felipe Noble Herrera al bebé.
Ahora se sabe que quien dijo ser madre biológica de Felipe –Carmen Luisa Delta–, no existe y que el documento de identidad que ofreció en 1976 estaba a nombre de Carlos Hugo Talkowski. Todo esto ocurrió en 1976, el año en que los uniformados comenzaron con su plan sistemático de apropiación de niños.
El juez Bergesio heredó la causa del destituido Roberto Marquevich, y tras la reprimenda de la Cámara por los siete años de dilaciones, no tuvo más remedio que ordenar la obtención del ADN. Pero hizo lugar a un pedido de Herrera de Noble para que el análisis se haga en el Cuerpo Médico Forense y que las muestras se comparen solamente con los patrones genéticos de dos familias reclamantes en lugar de ser cotejadas con todas aquellas que están en el Banco Nacional de Datos Genéticos del Hospital Durand, según marca la ley sancionada en noviembre pasado, que incluso habilita a los jueces a obtener el ADN mediante métodos alternativos a la extracción de sangre.
Hoy existen diversas causas judiciales que reclaman a Marcela y Felipe como posibles hijos de desaparecidos. La querellante María Amelia Herrera de Miranda sospecha que Marcela puede ser su nieta. Y otra querellante, Estela Gualdero, reclama a Felipe como posible miembro de la familia García-Gualdero.
Abuelas de Plaza de Mayo exige que se ordene el entrecruzamiento del material genético con el de las familias Lanuscou-Miranda y Gualdero-García, en primera instancia, y con otras 20 familias, en caso de ser necesario.
Un hecho fortuito hizo que Felipe Noble –hace casi un año– tomara contacto con su presunta familia biológica. Estaba a punto de embarcarse en Buquebus hacia Punta del Este cuando la controladora de Migraciones resultó ser Estela Gualdero, la tía que desde hace varias décadas sospecha que Felipe es su sobrino. Durante aquel breve pero conmovedor encuentro, Felipe le confesó a Gualdero que él también estaba interesado en conocer su identidad.
“Si la prueba de ADN confirma nuestras sospechas y Felipe Noble resulta ser el hijo de mi hermana, María del Carmen Gualdero de García, el heredero del Grupo Clarín no sólo conocerá su verdadera identidad sino que además recibirá un conmovedor y premonitorio poema que su madre le dedicó dos meses antes de ser secuestrada”, dice Estela Gualdero.
“Ella era cuatro años mayor que yo, estudiaba Letras y militaba en el PRT-ERP” –cuenta Estela–, “y la secuestraron después de que visitó la casa de mis padres para felicitarme por mi cumpleaños. Yo la acompañé hasta la parada y como el ómnibus no venía la dejé allí. Fue detenida el 8 de junio de 1976 por el móvil 1083 de la seccional 11 de la Policía Federal en Acoyte y Avellaneda. Sé que pasó por la seccional de Moreno pero luego su rastro se pierde”, narra Estela. Al momento del secuestro, María del Carmen estaba embarazada de 9 meses y tenía fecha de parto para el 25 de junio. Según las averiguaciones hechas por su padre, que era militar retirado, María del Carmen habría pasado por el centro clandestino Automotores Orletti y por Campo de Mayo. Si la prueba de ADN finalmente demuestra que Felipe es el hijo de María del Carmen, se enterará que su padre se llamaba Ernesto y que fue asesinado en diciembre de 1975 y recibirá como herencia un poema que su mamá escribió para él dos meses antes de su secuestro:
“Porque no duerma mi hijo en una cama de helio/ Recogeré el aire de donde queda/ Cosecharé el amor de donde pueda.....
Porque no enturbien el agua que beba/ Porque no ensucien el mar ni la hoguera/ Reuniré el sudor de las luciérnagas/ El llanto rebelde de su padre y beberá de las cuencas de miel de las abejas
De las vacas no contaminadas/ De las napas profundas de la tierra... Andaremos los caminos
Yo, con los ojos asombrados / Tu con los ojos limpios, nuevos Andaremos los caminos palmo a palmo, tierra a tierra
Si es que para ese día tu y yo quedamos/ Si es que nos dejan si es que nos dejan... Hijo mío.”
“Sea Felipe o no”, dice Estela, “yo a mi sobrino le diría que la identidad es una sola”.
Existen sospechas de que la aceptación por parte de Marcela Noble a realizar una prueba de ADN pero sólo para el “Caso Lanuscou” es porque el Grupo Clarín tiene la certeza de que no es ella la niña que fuera secuestrada por los militares y dada por muerta tras el bombardeo del domicilio donde vivía con sus padres y hermanas en la localidad de Martínez, en el Gran Buenos Aires.
“Matilde tenía seis meses aquella noche del 4 de septiembre de 1976, cuando un grupo de soldados asaltaron su casa con vehículos blindados, una bazooka y una ametralladora antiaérea. Según los diarios de la época, el Comando Militar Zona 4 informó que cinco “subversivos” murieron en el intenso enfrentamiento que obligó a los vecinos a llamar a los bomberos voluntarios de San Isidro para sofocar el incendio, pero se les impidió acercarse a la casa. Mi cuñado y los dos chicos murieron al instante, pero a mi hermana, que protegió a Matilde con su cuerpo, la remataron y se llevaron a la bebita”, rememora el tío de Matilde, Carlos Miranda.
En 1984 se produjo la exhumación de cadáveres en el cementerio de Boulogne. La ahora fallecida abuela Amelia estuvo allí y éste es su testimonio: “Cuando abrieron el primero de los cinco ataúdes, pensé que por fin había encontrado los cuerpos de mi hija Bárbara, de mi yerno Roberto Lanuscou y de mis tres sobrinos: Roberto de seis años, Bárbara de cuatro y Matilde. Hacía mucho calor esa tarde de enero de 1984 en el cementerio de Bulogne cuando fueron exhumados los cadáveres. El director señaló la manzana 28, entre las cruces derribadas y flores secas de los muertos sin nombre, como los míos. El cráneo de mi hija dejaba ver el orificio del proyectil que la había matado. Todos habían sido muertos a balazos. Aunque los certificados de defunción mencionaban a cinco cadáveres, el ataúd de la pequeña Matilde, que fue el último desenterrado, estaba vacío. Se encontró ropa de bebé, una manta roja y verde y un chupete, pero no había rastros de la nena”.
“Era demasiado pequeña para que podamos encontrar los restos”, adujo un médico forense para dar por terminado el asunto. La verdad, indecente, la descubrió Clyde Snow, antropólogo forense de Oklahoma. “Analizamos los restos de la familia Lanoscou y reconocimos huesos de los padres y de los dos hijos mayores, pero de Matilde no había rastros. Recuperamos arena y tierra amontonada alrededor de la fosa y la tamizamos. Trabajamos el material que no había pasado el tamiz y lo hicimos secar. Examinamos hasta el último gramo para concluir con certeza absoluta de que en el ataúd no había estado el cuerpo de Matilde”.
Los resultados podrían demorar entre 15 y 45 días, la batalla legal, varios años más.
30-12-2009